Saturday, May 29, 2010

Cuarteto

Cuarteto DE IGUAL CLASE - Jose Batres Montufar

Si te han dicho que te quiero
te han dicho bien, y han mentido
si te han dicho, por descuido
que sólo amo tu dinero.



Escuchado en La Dichosa Palabra

Friday, May 14, 2010

La Montaña Sagrada

Vista ayer en canal 22, una de las pocas peliculas que fragmentan la realidad de la irealidad.



"I promised you the great secret and I will not disappoint you. Is this the end of our adventure? Nothing has an end. We came in search of the secret of immortality, to be like gods, and here we are mortals - more human than ever. If we have not obtained immortality, at least we have obtained reality. We began in a fairy tale and we came to life. But is this life reality? No, it is a thing. Zoom back camera! (The camera zooms back to reveal that we are watching a movie) We are images, dreams, photographs, we must not stay here! We shall break the illusion. This is Maya. Good bye to the holy mountain, real life awaits us."


Una analisis bastante interesante en este blog

Tuesday, May 11, 2010

Benedetti inedito

¿POR QUE SERA? - Mario Benedetti

¿Por qué será que uno fabrica sus recuerdos
y luego los olvida?
¿por qué será que uno procede de algún dios
para volverse ateo?
¿por qué será que la luna tiene
una barriga blanca?
¿por qué será que cuando abro el ropero
las mangas me saludan?
¿y que tu boca dice ternuras
tan sólo cuando calla?
¿por qué será que un cuerpo virgen
tiene pezones de burdel?
¿por qué será que si decido
morir nadie me cree?
¿por qué será que los pájaros cantan
después de los entierros memorables?
¿por qué será que si beso tu beso
me siento renovado?
¿por qué será que me haces tanta falta?


http://www.clarin.com/diario/especiales/benedetti/ineditos.htm

Sunday, May 09, 2010

Cuatro de Cinco - ll

CUATRO DE CINCO
Por: Paco Espinoza

II

Salí de la universidad siendo Licenciado en Sistemas, destinado a trabajar en un área con computadoras. Si bien no sabría cuando oliera algo a quemado, podría tener cierto control sobre las cosas antes de que sucedieran. Que diferente a trabajar con químicos o alimentos, donde el olfato es una necesidad.

Pero no me la he vivido entre cables, computadoras o Internet. Me gusta leer, y aunque no lo hago tanto como quisiera, lo hago tanto como puedo. Comencé a visitar el puñado de librerías que hay en la ciudad y a visitar las escasas secciones de libros en las tiendas departamentales. Me he dado cuenta de que prefiero los cuentos cortos, no ocupo mucho tiempo en ellos. Para leerlos no hay como una cafetería que hace tiempo encontré. Con buen ambiente, buen servicio… y ella. Una chava a quien siempre encuentro con una novela y un vaso de café helado. Suelo llegar casi junto a ella, minutos antes o instantes después, siempre el mismo día de la semana.

No puedo evitar pensar en ella, pero tampoco me atrevo a acercarme.

No puedo tocar su piel más allá del roce pasajero y cotidiano, como un par de animales enjaulados de camino al matadero. Es un roce que lo último que puede significar es afecto.

No puedo verla sin que ella sienta el peso de mi mirada y me encuentre espiando para después sentir incomodidad y retirarse. No me gustaría representar algo negativo para ella.

Cuando la encuentro es raro que hable con alguien más... y aunque sus comentarios no tienen sentido para mí, su voz es un regalo de la naturaleza, apenas y un par de veces en estas semanas se ha encontrado acompañada... bien lo digo, un regalo de la naturaleza que sólo se pude disfrutar cuando una cantidad infinita de variables se conjuga, como el caer de la lluvia, el ruido del viento, el vaivén del mar.
Me carcajeo para mis adentros en el recorrido de mis cinco sentidos... No soy un caníbal.

Respiro tan hondo como puedo después de ese pensamiento y me doy cuenta de que el máximo contacto que podría tener con ella sería disfrutando su aroma… y eso no puede ser.

Y allí estamos dándonos la espalda. Lo mejor que se me ha ocurrido: estar a un par de pasos, mirando en direcciones opuestas y separados por el vacío entre dos sillas.

Sería tan fácil hablarle, sacarle plática y ver si congeniamos… decirle que huele rico su perfume… aunque de seguro me daría un estrellón cuando me respondiera que no usa tal… podría decirle entonces que su aroma natural es tan exquisito como las más fina de las fragancias y que por eso trato de sentarme cerca de ella.

Después de comentarle algo así, o nos besamos apasionadamente o decide nunca regresar a este lugar, donde un inoportuno degenerado la molestó.

Es mucho el riesgo… tengo miedo de perderla a pesar de que no ha sido mía, no todavía.

Me han dicho que se puede reconocer a una persona por su olor. Si yo pudiera hacerlo que agradable sería estar en otra ciudad, tal vez en otro país o continente, y en medio de la calle o caminando por la banqueta reconociera su aroma, la buscaría y haría lo posible por tropezar con ella. Me disculparía y cuando ella me dijera que no me preocupara, le diría que la conozco de algún lado, como paisanos le invitaría un café. Es tan pequeño el mundo que sólo hay que pensarlo para que suceda.

Si… eso sucedería en algún momento, cuando yo tuviera más valor.

Escucho el ruido de su silla mientras choca ligeramente con la mía. Volteo de reojo para verla salir y cruzar los ventanales del café. Nunca más la vuelvo a ver. Que delito se puede llegar a cometer en la vida pasada para pagar esta condena en la vida presente, se me priva de la única manera de recordar a alguien que significa mucho y significa nada.

La vida continúa. Ahora leo en el parque, esperando a alguien que no llega nunca.


(continuará)


Cuento publicado en la revista Yuku Jeeka #53 / Cd. Obregón, Sonora / Diciembre 2008

Sunday, May 02, 2010

Cuatro de Cinco - l

CUATRO DE CINCO
Por: Paco Espinoza


“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”
Con la frente marchita de Joaquín Sabina



I

No me sirve del todo la nariz. Nunca aprendí a usarla para oler. Identifico los sabores en mi paladar al comer, pero no en mi nariz al tratar de olfatearlos. De niño me ofuscaba escuchar a mis hermanos o a mis padres comentando lo bien que olía la comida. Les preguntaba a que olía y me decían que al mismo sabor que tenían.

¡ Ah carajo ¡ pero ¿ cómo saborear algo si no es con la boca?

Me preguntaba por ejemplo del limón, que dicen que huele tan bien, pero es ácido ¿por qué nadie arruga su cara al olerlo? No ubico a los alimentos en su hervor. Se puede decir que las carnes al ser cocinadas o la frutas al ser cortadas se evaporan y liberan sus almas, vagan en la atmósfera visibles para todos, menos para mí.

¿Y cómo saboreo aquello que no puedo comer?

Las rosas que usan para demostrar amor o para aromatizar un cuarto, para mi es solo un adorno, como una fotografía en la pared o una cerámica de tocador. ¿Qué hay en sus pétalos que enternece a quien la huele después de recibirlas?

Y la tierra mojada que anuncia la lluvia, que para mi es sólo un aire fresco y humedad en el ambiente, para mis hermanos es la señal inminente del aguacero, y no necesitan escuchar truenos o ver la lluvia caer o sentir las gotas en su piel.
No sé si tengo privado tal placer, o es algo que simplemente nunca aprendí a hacer.

Cuando visitaba a mi abuela, paseaba con ella en su jardín y me presentaba a cada una de sus flores, me restregaba en la cara la albahaca, la ruda o el orégano - ¿Pero cómo que no las hueles? – se preguntaba, y ahí estoy, como en la limpia de algún curandero. Siempre le parecía raro, pues me comentaba que de más chico nunca me había enfermado de gripa, ni mucho menos había sufrido se sinusitis.

¡Ah!, pero pobre de mí por tener este don. Me tocaban siempre las tareas más asquerosas del rancho. Que una cosa es no oler y otra no ver horrores tan nauseabundos. Todos me elegían para la faena del chiquero. Un coscorrón y ¡Órale!, a limpiar aquello que mi madre no soportaba ni al oírlo mentar, que importa que hubieran sido mis hermanos los culpables. Ellos siempre encontraban la manera de hacerme desatinar y más cuando nos fuimos a vivir a la ciudad. Estando en la secundaria había ocasiones que salía mi madre muy temprano, y uno de flojonazo no le daba el uniforme para ser planchado. Y ordenado que es uno con su ropa, tenía una montaña de trapos donde era imposible saber cual era la limpia y cual era la sucia. Mis hermanos fácilmente olían aquella que encontraban recién traída del tendedero, yo les tenía que pedir ayuda para que dijeran como estaba la que había tomado. Ellos indiferentes la olían y me indicaban que estaba limpia.

Y ahí voy de camino a la escuela. Pasaba entre las niñas y hacían caras feas... me ponía nervioso... los amigos se quedaban extrañados al acercarme a ellos, y los grandulones me daban sapes diciéndome:

¡Apestoso!

¡Ya báñate!

¿Qué no conoces el agua?



Y regresaba a la casa, regañado por algún maestro. Mis hermanos se carcajeaban cuando le comentaba a mi madre, quien sólo hacía un coraje y me ordenaba de la manera mas marcial posible que me quitara la ropa y la pusiera en el lavadero.

¡Esos méndigos!

Pero eso si, no taparan el retrete con sus descargas propias de un dompe porque me pedían que me encargara de destaparlo. Y ya para esos tiempos era regla que quien la hacia la pagaba... era algo asqueroso para ellos, pero gracias a eso me pasaban a deber un favor que sabría muy bien cuando referirles.

Sí, pude crecer sin depender de mi nariz más que para respirar.

(continuará)


Cuento publicado en la revista Yuku Jeeka #53 / Cd. Obregón, Sonora / Diciembre 2008